Un mago derrotado por su físico

El sucesor de Magic Johnson, el point guard definitivo, un organizador diferencial de 2 metros de altura: con estas presionantes etiquetas aterrizaba Anfernee Hardaway en la liga en el verano de 1993. Elección nº3 de la primera ronda por los Golden State Warriors, la franquicia de Oackland intercambiaría a Penny en la misma noche del draft por la otra gran estrella de aquella promoción: el novato Chris Webber, ala-pívot de los Fab-Five de Michigan. Tú a California y yo a Florida...

C-Webb y Hardaway: vidas cruzadas. Fuente: nba.com

Su impacto es inmediato, tal y como cabía esperar de un talento de su nivel. MVP del partido de los rookies, 16 puntos, 5.4 rebotes, 6.6 asistencias y 2.3 robos de balón como promedios en los 82 partidos de liga regular. El prometido dominio de todas las suertes del juego quedaba acreditado. La brutal temporada de Webber sería un insalvable escollo en el camino hacia el trofeo de mejor rookie del año, pero su floreciente sociedad con el monstruoso sophomore Shaquille O´Neal auguraba emociones fuertes para los fans de los Magic.

La carrera de Hardaway sería finalmente tan solo un destello, un exquisito paladeo de lo que parecía destinado a alcanzar. Teniendo clara esta premisa, entenderemos que la mejor temporada de nuestro protagonista llegara en su segundo año entre los profesionales.

Durante la temporada 94/95 el combo Penny-Shaq revoluciona la NBA. Nadie, en una conferencia este huérfana aún de Michael Jordan, podía parar la combinación dentro-fuera de los Orlando Magic, que firmarían un importante récord de 57 victorias en la Regular Season con sus dos estrellas seleccionadas para el All Star y colándose en el mejor quinteto de la liga. Y, tras deshacerse de Boston en la 1ª ronda de los playoffs, los Bulls de un Jordan hambriento de gloria les aguardaban en la segunda eliminatoria.

Air había abandonado su retiro en los estertores de la liga regular, y sus ansias de protagonismo le exigían enterrar a equipo y pareja de moda. La serie resultó tremenda, con declaraciones altaneras como las de Nick Anderson que, tras robar un balón clave a Jordan en el primer partido, se mofó del escolta de los Bulls comparándole con un viejo de 45 años (en alusión al #45 con el que regresó a las canchas). La venganza de Mike no se demoró, y los Bulls se llevarían el siguiente duelo y llegarían a igualar a 2 la serie. Con todo, la tremenda devastación provocada por O´Neal en la zona acabó sepultando a los de Phil Jackson y decantando la eliminatoria en favor de Orlando en 6 partidos.

Pero si intensa fue la serie ante los Toros, no menos duras resultaron las finales de conferencia contra los Indiana Pacers. Acaudillados por un Reggie Miller de gesta en gesta (inolvidables aquellos 8 puntos en los últimos 18 segundos del partido en el Madison, ante unos atónitos Knicks), los Pacers llevarían la serie hasta el séptimo partido, en una maravillosa sucesión de momentos estelares como el tiro ganador del tulipán Smiths en el 4º duelo, contrarrestando un triplazo previo de Penny. La cruenta guerra de desgaste acabaría en victoria para los de Florida, merced al incontestable 105-81 de la batalla decisiva. Billete directo a las finales de la NBA: los sueños de todo un estado en efervescencia.

En el escalón final aguardaba el enemigo más formidable de aquel mini-ciclo: los Houston Rockets de Olajuwon, vigentes campeones de la NBA. Enorme expectación ante el duelo entre los gólems más poderosos de la liga: la combinación de talento e intimidación del center nigeriano frente a la fuerza incontenible de un pujante O´Neal.

Penny ante Smith, en las primeras finales de muchas... En teoría. Fuente: jumpshot.jg

Los tejanos se llevaron el primer duelo en la prórroga (el famoso partido de los 4 tiros libres fallados por Nick Anderson, uno de los mayores petardazos individuales en la historia de la postemporada) 120-118, y a partir de ahí arrasaron a unos impotentes Magic, que solo alcanzaron a dar la cara en el tercer partido. Finales sin historia: 4-0 con Hakeem jugueteando con un Shaquille impotente ante el arsenal infinito de movimientos de su rival en la pintura. El anillo se escurría entre los dedos de Penny...

Al año siguiente las lesiones comenzarían a aparecer. Los Magic aún completarían una gran temporada, y Hardaway regresaría tanto al All Star como al mejor quinteto NBA, pero en las finales del Este esperaba pacientemente un Jordan que había aguardado un año entero aquella cita, lamiéndose las heridas y preparando su venganza con la minuciosidad y fanatismo del monstruo competitivo que siempre anidó en su interior: los Magic ocupaban un lugar privilegiado en el libro de agravios del caníbal de los Bulls.

Tras plantarse allí con comodidad (eliminando previamente a Detroit y Atlanta), el equipo se vio sorprendido por Chicago. Air destrozó a Penny en el perímetro, y el 4-0 encajado (con una diferencia media de 17 puntos por partido a favor de los de la Windy City) removió los cimientos de la franquicia. Resultado de la crisis: Shaq abandonaba el barco, rumbo a Los Ángeles.

Señales de distanciamiento: conflicto de egos. Fuente: nba.com

Pese a sus grandilocuentes declaraciones (llegando a afirmar que lideraría la NBA en anotación sin problemas), las lesiones habían vuelto para quedarse, y golpearían con dureza a un Hardaway que sólo disputó 19 partidos en el Año I Post-Shaq. El resto de su trayectoria en Orlando no pasaría de eliminaciones en 1ª ronda de los playoffs, apagado ya el brillo deslumbrante de los primeros años. El talento seguía ahí, pero los Phoenix Suns disfrutarían de él a cuenta gotas, con Anfernee llegando a los 60 partidos en RS sólo en un par de ocasiones.

El resto de sus aventuras en unos lamentables Knicks y su vuelta a Florida para penar en los vecinos de Miami (hasta ser cortado por la franquicia) no merecen mayor consideración. Final inmerecido para un talento descomunal atrapado en una carcasa quebradiza.

Hardaway, un mago derrotado por su físico.

 Jordan vs Penny: el rey contra el insurrecto. Fuente: sports.yahoo.com




El antihéroe del Madison

Debo confesarlo: como muchos otros aficionados a lo largo y ancho del globo siento una fascinación especial por los New York Knicks, acentuada tras el privilegio de presenciar un partido en directo en el mítico Madison Square Garden, durante la liga regular del ya lejano 1995. Los rivales aquel día del helado diciembre neoyorquino eran los extintos (o mudados) New Jersey Nets, pero eso era lo de menos: para un chaval como yo, ver en directo las evoluciones del equipo que a punto estuvo de ganar el anillo un año antes era un sueño hecho realidad. Y en aquellas plantillas figuraba (con un rol de importancia) el protagonista de nuestra entrada de hoy, un personaje especial dentro de la idiosincrasia Knickerbocker.

John Levell Starks no fue seleccionado por ninguna franquicia en el draft de 1987, viéndose obligado a jugar en la CBA para ganarse un sitio en el roster de los Golden State Warriors, y en su temporada rookie no llegó a ni a los 9 minutos de promedio en los 36 choques que disputó... ¿Cómo pudo un tipo con estas referencias llegar a convertirse en uno de los favoritos de la afición del Madison?.

Starks llega a los Knicks en la temporada 90-91. Desde la posición de escolta, el sophomore originario de Tulsa va labrándose un hueco en la rotación a base de defensa y esfuerzo, además de la capacidad ofensiva típica de un tirador de rachas y una buena capacidad de pase. Aquellos Knicks llegaron a ser un importante escollo para los Bulls del primer three-peat, tanto en los playoffs de 1992 (en los que llevaron a los Toros hasta el séptimo partido de las semifinales de conferencia) como en los de 1993 (victoria 4-2 para los de la Windy City en las finales del este). El incansable trabajo de Starks como perro de presa llegó a incomodar en algunos momentos a Jordan, pero no logró evitar que Mike mandara a los Knicks de vacaciones con medias de anotación estelares. De aquellas series de 1993 aún perdura en la memoria (y en el museo del Garden) una de las jugadas más espectaculares de la historia de los playoffs: el brutal mate a una mano que el #3 completó ante la defensa del propio Jordan y de Horace Grant, impotentes ante una explosión atlética de semejante calibre.


El mítico mate de Starks, posterizando al caníbal Jordan. Fuente: hoopglobal.com

Con la primera retirada de Su Majestad del Aire, un horizonte repleto de posibilidades se abría para el resto de equipos poderosos de la NBA, incapaces de frenar la tiranía del #23. En los playoffs de 1994 los Knicks cumplen los pronósticos y llegan a la Gran Final ante los Houston Rockets de Olajuwon. En una batalla áspera y tremendamente igualada, los de New York llegaron a tener el anillo prácticamente engarzado en sus dedos, viéndose 3-2 arriba en la serie y con opciones de ganar el 6º partido. Starks ejecutó aquel lanzamiento que pudo haber dado a los Knicks el primer título desde los de los años 70...

Tras un partidazo de John (autor de 27 puntos), su intento de tiro ganador resulta taponado por el imperial Hakeem Olajuwon, autoridad máxima en el noble arte del reparto de "pinchos de merluza" (Andrés Montes, D.E.P). Y, ya en el séptimo duelo (con la imagen de la enorme manaza del nigeriano monopolizando sus pesadillas), Starks naufragaría con estrépito (2/18 en tiros de campo) y serían los Rockets los que se llevarían la joya a Texas, culminando la remontada. 90-84. El artista africano finiquitaba la serie con 26.9 puntos de promedio y un 50% de acierto en el tiro, por los 18.9 con un flojísimo 36,3% de un Ewing humillado por su rival en la pintura durante toda la final. Con todo, la crítica se cebaría con nuestro protagonista, merced a aquel lamentable 7º choque.


La amenaza de Hakeem, causa del bloqueo de John. Fuente: espn.go.com

Aquellas finales fueron el punto álgido de la carrera de Starks, que acabaría saliendo de la Gran Manzana para jugar un par de años de nuevo en los Warriors y, tras una brevísima parada de 4 partidos en sus antiguos enemigos de Chicago, cerrar su trayectoria con otras 2 campañas en los Utah Jazz.

El mérito de John residió siempre en su ambición y hambre de gloria. Sólo así se puede entender que se atreviera a desafiar a Michael Jordan o que, en unos Knicks con Patrick Ewing en nómina, se erigiera en encargado de jugarse los tiros calientes en los días de mayor exigencia. 

La carrera de Starks nos deja una presencia en el All Star en 1994 (19 puntos y 6 asistencias por partido), un premio al Mejor Sexto Hombre en 1997 y, sobre todo, el respeto de la afición de la meca del baloncesto mundial: un Madison Square Garden enamorado de los guerreros como él.


Starks & Spike, iconos noventeros. Fuente: nba.com





El genio de Sibenik



Durante el Eurobasket de 2011 pudimos disfrutar de un apasionante España-Alemania, en el que se vieron las caras 2 de los nombres habituales en la discusión recurrente y cíclica que busca al mejor jugador europeo de todos los tiempos: Pau Gasol y Dirk Nowitzki.


El nivel estratosférico que ha mantenido el teutón durante toda su carrera (lleganda acaudillar a los Mavs hacia el primer anillo de su historia) le coloca siempre en cabeza de este particular ranking pero servidor, como muchos otros grandes fans de nuestro deporte, no puede evitar recordar a otro de los presentes en ese debate: seguramente el jugador más impresionante al que ha tenido la suerte de ver en directo sobre una cancha de baloncesto. Mi padre me inculcó la afición a este santo juego desde pequeñito en la cancha del Club Baloncesto Villalba, con esporádicas visitas también al impresionante feudo del Real Madrid. Gracias a él tuve el privilegio de ver con 6 años a un genio de pelucón rizado hacer diabluras en la pista con la zamarra blanca. Los recuerdos no son todo lo nítidos que me gustaría pero, henchido de orgullo, puedo decir en voz alta aquello de: "yo vi jugar a Drazen Petrovic".




El ídolo madridista ataca a Robert Parish en el Open McDonalds. Fuente:gettyimages.com



El mago croata permaneció una sola temporada en el Madrid, la que se llegó a bautizar como "la liga de Petrovic" y en la que los merengues pierden irónicamente la final liguera contra el Barcelona, pero aseguran en el zurrón Copa y Recopa de Europa tras aquel mítico choque ante el Caserta de Óscar Schmidt. Gracias a Gigantes del Basket podemos paladear una y otra vez tamaña maravilla, con Drazen liderando al Madrid hacia la victoria anotando 62 puntos. Monstruoso. En el equipo blanco Petro dejó una huella imborrable por su voracidad, carácter ganador (que ocasionó serios roces con compañeros como Fernando Martín) y letal combinación de talento y ética de trabajo. Cuando el virtuoso técnico es también el que solicita las llaves del gimnasio para hacer horas extras, pocas esperanzas quedan para los rivales...

Tras aquella hazaña, Petrovic inicia su carrera en la NBA. En Portland choca con un entrenador (Rick Adelman) que no le otorga la confianza necesaria y con las limitaciones inherentes a una estructura física alejada aún del paradigma profesional estadounidense. Ninguno de estos 2 factores detendría la ambición y capacidad de superación de Drazen, que abandona Oregón tras temporada y media (finales ante los Pistons incluidas) para triunfar en New Jersey. En sus dos temporadas completas formando parte de los Nets, el genio de Sibenik conquista la confianza total de la franquicia y transforma el equipo en uno de los más prometedores de la liga junto a Kenny Anderson y Derrick Coleman, que daban sus primeros pasos en la liga. Lejos de aquel monopolizador de la pelota naranja que había revolucionado el Viejo Continente, Petro se recicla en un tirador letal que supera los 20 puntos por partido (20.6 y 22.3) con extraordinarios porcentajes de acierto y disputa los playoffs, para acabar cayendo a las primeras de cambio en ambas ocasiones. El  croata alcanza el rango de estrella de la NBA, pero su carácter emerge tras no ser nominado al All Star. Hasta tal punto llega el cabreo de Petro que se plantea un posible retorno al viejo continente por la falta de reconocimiento en la liga americana. Tipo de sangre caliente sin duda, algo común en los jugadores de los Balcanes.


Vlade y Drazen: relación con altibajos. Fuente:cronicadeportivasentimental.blogspot.com


Sin embargo, el sueño tocaría a su fin en el verano 1993 con aquel maldito accidente de coche camino del torneo clasificatorio para el Eurobasket de ese año. Drazensanto y seña del equipo croata (con el que llegó  a disputar la final de la Olimpiada de Barcelona ante el genuino Dream Team de Jordan, Magic, Bird y cía, anotando 24 puntos), perdía la vida en la carretera. Quedaba así inconclusa la obra de arte que había sido su carrera deportiva, pero nadie duda a la hora de incluir al base-escolta en el panteón del baloncesto europeo de todos los tiempos. Incluso los New Jersey Nets retirarían su mítica camiseta con el nº 3 tras solo 2 temporadas y media en la franquicia, tales fueron su impacto y carisma. Aquellos 44 puntos ante los Rockets de un impotente Vernon Maxwell, los 39 ante los Celtics de un Larry Bird en las últimas etapas de su carrera... Gemas inolvidables que sumar a las incontables exhibiciones europeas.

Starks, tras la estela de Petro. Fuente: nba.com

Como guinda las palabras de Jordan acerca de nuestro protagonista: "Era un desafío jugar contra Drazen, siempre competía con gran agresividad. Nunca se ponía nervioso, iba a por mi con tanta dureza como yo contra él. Tuvimos grandes batallas eel pasado, muy pocas desafortunadamente" No hay mejor homenaje que el respeto y la admiración del caníbal de los Bulls, un fan más entre la legión que formamos los adoradores del genio de Sibenik. Descanse en paz.


De dueño de la bola en Europa a tirador letal en EEUU. Fuente: liderendeportes.com


Reinventarse para seguir adelante


"La intendencia a su servicio". Con este agudo mote/frase se refería el añorado Andrés Montes a Ronald Harper, ejemplar jugador de equipo en los Bulls del segundo three-peat de Jordan y en los Lakers de los dos primeros anillos de Shaq y Kobe. En aquellas escuadras entrenadas por Phil Jackson, Harper aportaba esfuerzo máximo en defensa y hacía llegar el balón a las manos adecuadas en ataque, además de anotar cuando el flujo de juego del triángulo así lo requería.


Pero no siempre fueron esos los cometidos asignados a Harper, su sino no parecía depararle un rol de jugador de equipo en sus primeros años en la liga. La carrera de Ron es un ejemplo académico de la expresión norteamericana "What If", tan utilizada hablando en condicional de las carreras de los deportistas, eliminando en esa ficción las piedras que hallaron en su camino.


Harper aterriza en la NBA en 1986, con una fama de excelente anotador que acreditaría en los Cleveland Cavaliers. En su temporada rookie se va a 22.9 puntos por partido y entra en el mejor quinteto de novatos (siendo rookie del mes en 2 ocasiones). Pese a no llevar a los Cavs muy lejos en los playoffs en sus poco más de 3 años en la franquicia, Harper asegura siempre los 20 puntos, 5 rebotes, 5 asistencias y 2 robos de balón de promedio, números de all-around player, hasta que se marcha traspasado a los Clippers en 1989. En este punto, la famosa maldición del hermano pobre de Los Ángeles pasa a la acción.



Ron vs Mike, antes de que el destino enlazara sus caminos. Fuente: smokingsection.com


Ron comienza su etapa en California con muy buen pie y la parroquia Clip se ilusiona hasta que, pasados 2 meses, el jugador sufre una terrible lesión de rodilla. Con la destrozada articulación se despedía la explosividad atlética de Ronald, así como su estatus de superestrella de la liga. La ejemplar recuperación le permitiría completar 3 buenas temporadas en los Clippers (la última con 20.1 puntos por noche) antes de llegar a los Chicago Bulls del tío Phil, Air Jordan y Scottie Pippen. 


A partir de aquí, la historia que todos conocemos: reinvención total del jugador. De escolta anotador a base cumplidor, de referencia del equipo a miembro del supporting cast, de 38 minutos de juego a 20.... Pero fundamental en los planes del coach y con una mano repleta de anillos de campeón. El nuevo-viejo Ron Harper... La intendencia a su servicio.




Harper, chico para todo en los míticos Bulls. Fuente: nba.com









Letalidad en el alambre



Timmy felicita a su ejecutor. Fuente: nba.com


La historia del deporte la definen los elegidos: esos individuos especiales, capaces de mantener la calma cuando el resto del mundo está desquiciado o superado por la presión. En esos momentos definitivos, esta casta de deportistas decide el destino de las competiciones como el que entra cada mañana en la oficina y enciende su ordenador, considerándolo parte de su trabajo.

En el baloncesto americano se acuñó el término clutch player para agrupar a estos tipos únicos. Jerry West, Michael Jordan, Reggie Miller, Kobe Bryant... han sido muchas las estrellas encargadas de monopolizar los últimos tiros en sus equipos, protagonizando momentos inolvidables de la hemeroteca NBA. Vamos a detenernos sin embargo en un jugador alejado de ese arqueotipo de superestrella: un role-player que dormitaba las 82 noches de regular season, aguardando el momento de aparecer en los playoffs, en esos segundos del todo o nada de los que tanto disfrutaba. Durante las postemporadas de finales del SXX y principios del XXI, un pistolero transitaba por las canchas, cambiando de franquicia pero sin abandonar nunca su frialdad legendaria. Todo el Salvaje Oeste lo sabía: no conviene poner tu destino en manos de Robert Horry...

Final de 2005. Detroit Pistons y San Antonio Spurs protagonizan una serie áspera, empatada a 2 y gobernada por las defensas y los marcadores bajos. El 21 de Junio tiene lugar en el Palace de Auburn Hills el 5º partido, decisivo en un alto porcentaje de las batallas por el anillo.

La igualdad preside un duelo en el que nuestro protagonista (a punto de cumplir los 35 años) anota sus primeros puntos con un triple a falta de un segundo para el final del tercer cuarto. Horry había sido intrascendente hasta entonces, y los de la Mo-Town se centraban en reducir el impacto de Duncan, Parker y Ginóbili, el eterno big-three de los tejanos. Pero si algo se puede garantizar es que el sol saldrá cada mañana... y que Rob siempre aparecerá en el instante cumbre, con aficionados y flashes más pendientes que nunca de las evoluciones sobre el parquet.

Horry toma el control y gobierna el partido en el ultimo cuarto y la prórroga. Festival de triples y tremendo mate a una mano más adicional para responder a los envites de un enorme Chauncey Billups, MVP de las finales un año antes y líder absoluto de la reencarnación de los míticos Bad Boys. Pero lo mejor estaba por llegar.

9.4 segundos para el final del tiempo extra. 95-93, Detroit por delante. Horry saca de banda hacia Manu Ginóbili. El escolta argentino se ve acosado en la esquina por los defensores del equipo de Larry Brown y devuelve el balón al pasador, libre de marca. Error fatal, impropio de una tropa experimentada: nunca se debe regalar tiempo y espacio al killer por excelencia, con el partido al filo de la navaja.

Big Shot Rob recibe desde más allá de la línea de 3, y el resultado pasaría a formar parte de la lista particular de milagros orquestados por el ala-pívot nacido en Maryland. La pelota naranja besa la red, los Spurs ganan el choque y Rob planta su bandera en la colina de Auburn.

Aquel sería el 6º anillo de la carrera de un jugador único, que cerraría su trayectoria con un título más en la temporada 2006/2007. La leyenda de Big Shot Rob, el asesino en el alambre...

http://www.youtube.com/watch?v=BZdik09RGJI



El mate de Rob, parte de su exhibición final. Fuente: nba.com



El psicólogo de los Bulls


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El Gusano contra El Cartero: míticas batallas por el anillo. Fuente: nba.com


Todo el mundo tenía su papel en los míticos Bulls del segundo three-peat, tras la primera retirada en falso de Jordan. Mike era el líder absoluto, anotador, creador y ejecutor a la vez. Pippen se erigió en inmejorable escudero, una superestrella al servicio de Air, talento multi-tarea y fantástico defensor. Kukoc era la clase ofensiva, partiendo desde la segunda unidad para ganar protagonismo gradualmente y ante un vestuario reacio a su llegada en los inicios. Harper fue el hombre que se reinventó, en una loable transformación de estrella a role player con las lesiones como detonante. Jackson el gurú desde el banco, el hippie de dos metros que se atrevió a  poner sobre el tapete el triángulo ofensivo del venerable Tex Winters. Y Rodman... Rodman era mucho más que su fanatismo por el rebote. Bajo una carcasa de excentricidad, infinitos tatuajes y pelo multicolor, El Gusano era el psicólogo de los toros.

El #91, icono de su era. Fuente: vanguardia.com

Aquellos Bulls se jugaron sus anillos en gloriosas batallas finales ante los Seattle Supersonics y los Utah Jazz, dos equipos con puntos en común: fantásticos bases a los mandos (Gary Payton y John Stockton) y un par de armas de primer orden en la posición de power forward.

Shawn Kemp y Karl Malone eran las grandes amenazas para los de la Windy City, siempre faltos de elementos de nivel en la pintura. El Kemp de 1996 era un monstruo volador, que posterizaba adversarios partido tras partido con mates inhumanos. Un freak físico que completaba su arsenal con un letal tiro a 5 metros, gran movilidad y habilidad al rebote. Sus cargas hicieron mucho daño a la tropa del coach Zen, mientras Rodman le permitió mantenerse en los partidos. Porque Dennis conocía la facilidad de The Reign Man para distraerse, para perderse en pequeñas batallas individuales y abstraerse del verdadero reto: ganar el partido. Y por ahí atacó El Gusano a Shawn: juego subterráneo, provocaciones directas tras cada rebote ofensivo, teatro descarado... armas psicológicas que limitaron la incidencia de un Kemp imperial en la serie, pero fuera del partido en momentos trascendentales del decisivo 6º encuentro en el United Center.

Y qué decir de Karl Malone. El eterno ala-pívot, que elevó el pick&roll a la categoría de arte junto a su inseparable Stockton,  MVP de la liga en 1997 y segundo de la votación tras Jordan un año después, también sufrió las provocaciones reiteradas de Rodman. El Cartero era una máquina de anotar y un tipo bravucón a la vez, que presumía siempre que le era posible de su juego físico. Y Dennis no iba a rechazar el desafío: míticas fueron sus batallas al límite del reglamento, con conatos de wrestling incluidos. Todo con el objetivo de sacar de quicio a Karl.

http://www.youtube.com/watch?v=OdUT3GPlGwU


Tras los excesos varios de Rodman, tras su descontrolada existencia (fuga a las Vegas en plenas finales ante los Jazz incluida) y su estrafalaria imagen, se escondía una importante arma mental de los de Illinois. El Gusano marrullero, psicólogo en pista de los Chicago Bulls...



Rodman, aguardando al siguiente inquilino de su diván. Fuente: espn.go.com